Para el examen del primer parcial se nos dio una lectura titulada "Tic tac tic tac ¿Qué mide nuestro tiempo?" de la Revista Escala edición de mayo 2004, la cual nos habla acerca del tiempo, y de como median el tiempo en el pasado, entre otras cosas. La idea era que a partir de dicha lectura creáramos imágenes correspondientes al texto para ilustrarlo, empleando las técnicas de aguada y plumilla.
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Si nos preguntaran sobre nuestras actividades diarias, seguramente describiríamos una serie de hechos sucesivos con una notable referencia al tiempo, esa presencia tan definitiva como enigmática que ha fascinado desde siempre a los seres humanos. No podemos oler ni tocar el tiempo, pero indudablemente podemos sentir su paso. Hay quienes incluso hablan de la posibilidad de viajar a través de éste y de hecho todos lo hacemos en lapsos de 24 horas por día y 365 días por año. Sin embargo, antes de que se utilizaran estas pautas de medición, había diversas e ingeniosas maneras para calcular la marcha imparable del tiempo. |
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Antes y después Saber la hora exacta en que vivimos resulta sencillo, pero no siempre fue así. Siglos atrás, los seres humanos medían el tiempo observando con atención la naturaleza: el amanecer, el atardecer, las fases de la luna, las estaciones del año... Se dieron cuenta de que podían aprovechar la regularidad con que estos fenómenos sucedían para saber cuándo sembrar y tener buenas cosechas, cuándo crecerían los ríos o habría sequía, cuándo empezaría la temporada de frío o de calor, etcétera. En aquel entonces no era necesario medir con precisión el tiempo; bastaba decir “en la época de calor” o “la pasada luna llena”... El cielo era el elemento principal para organizar las actividades diarias y la alternancia del día y la noche el instrumento de medición. Después aparecieron los relojes de agua, de sol, de péndulo y algunos otros hasta llegar a los increíblemente exactos relojes atómicos. Además de la necesidad de calcularlo, el tiempo también nos provoca emociones. Su paso irreversible y su vínculo esencial con la vida nos hacen pensar en el valor de aprovecharlo con inteligencia y de vivir cada momento con intensidad.
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Si yo hubiera… Una persona que aprovecha el tiempo es quien reconoce al presente como el mejor momento que tiene y que todo lo que haga hoy repercute en su futuro. También comprende el valor de invertir el tiempo en experiencias positivas y evita desperdiciarlo en actividades que no favorecen su crecimiento personal. Otra cualidad que posee es su capacidad de vivir intensamente cada segundo y tomar decisiones importantes que evitarán que diga, al pasar de los años, las famosas palabras: “si yo hubiera...” En la vida diaria podemos hacer mucho por optimizar cada minuto. Para llevar una buena organización del tiempo, lo cual es clave, vale la pena seguir algunas recomendaciones: contar con una agenda que nos permita recordar las actividades y compromisos de cada día; levantarnos temprano; establecer prioridades; equilibrar el tiempo que dedicamos a cada cosa y, sobre todo, saber que no basta con tener buenas intenciones, ya que hace falta voluntad y disciplina para conseguir cualquier propósito. |
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Momentos para todo En el constante fluir del tiempo se dibuja nuestra historia, llena de sucesos e instantes que se cuentan por minutos, horas o años. La medida del tiempo también está ligada a las experiencias. Así, un año lo es todo para un estudiante que está a punto de terminar su carrera, mientras que una milésima de segundo es decisiva para el deportista que desea ganar una medalla de oro. Después de todo, gracias al tiempo crecemos, fortalecemos nuestras amistades, olvidamos viejos rencores, maduramos. Por suerte, hay momentos para todo: viajar, estar en casa, divertirse, aprender e iniciar cada día dispuestos a disfrutarlo plenamente. • Propóngase una meta a la vez y ponga todo su empeño para alcanzarla. • Haga un balance: ¿a qué actividades les dedica más tiempo?, ¿cuáles de ellas enriquecen su crecimiento personal?, ¿cuáles no le dejan ningún provecho? • Cierre círculos; es un buen hábito terminar lo que empezamos y comenzar cada ciclo con disposición y energía.
• Cada mañana dígase a sí mismo que ese día será especial. Disfrute al máximo sus experiencias y aproveche las oportunidades que aparecen en su camino; recuerde que el tiempo transcurrido ya no volverá. |
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Formas antiguas de medir el tiempo Clepsidra o reloj de agua. Era una vasija de barro que contenía agua hasta cierta medida, con un orificio en la base que permitía la salida del líquido a una velocidad determinada. Varias marcas indicaban la hora a medida que se vaciaba. Se usó en los tribunales atenienses para señalar el tiempo asignado a los oradores. Reloj de arena. Consiste en dos recipientes de vidrio con arena unidos por un estrecho pasadizo. Colocado en posición vertical, la arena fluye de uno a otro recipiente. Su tamaño y la cantidad de arena determinan el lapso a medir. En el siglo VIII, Carlomagno tenía un reloj tan grande que sólo debía voltearse cada 12 horas. Velas de tiempo. Éstas eran marcadas con números para indicar el paso del tiempo mientras la cera se derretía. Algunas incluían bolitas de metal colocadas a lo largo de la vela, por lo que sólo debían contarse éstas, cuando habían caído, para saber cuántas horas habían transcurrido. Reloj de sol. Funciona a partir de los movimientos de la tierra y el sol. Con éste puede leerse la hora según la longitud y posición de la sombra que el sol proyecta sobre una superficie. Los primeros relojes de este tipo consistían en una vara clavada en el suelo. Otros eran piedras con una superficie marcada. |